sábado, 16 de abril de 2016

Habla doña Ana Caro

C
 Contáronme que ayer, en la tertulia de la librería llamada Agapea (que no sé si nombre de diosa o de moza fregona es este), como doña Herminia preguntase a los allí presentes, qué personaje de su novela era más de sus agrado, si doña Ana Caro (una misma) o doña María de Zayas, fue unánime el parecer de que doña María era mujer de más brío y carácter. Yo no puedo menos que corroborar esto, que a doña María la aprecio y la apreciaré siempre. Mas también diré en mi favor que ni mujer de alfeñique ni pava de feria soy, que mis pasiones las llevo acotadas en mi pecho y allí están escondidas como el fuego del volcán Mongibelo, siendo una de esas pasiones la de las letras, la que llevo a gala cultivar como la más excelsa que haya en el mundo. Y aún dicen que soy la primera mujer que sus buenos dineros gana con su pluma, es decir, con las relaciones y las piezas de teatro que de mi mano salen. Vean, si no, en este retrato, que ni manca ni tuerta para ver bien el mundo soy.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Gloria es la literatura


Pues si, como vuesas mercedes no ignoran, la literatura es puro placer, gloria pura, qué mejor modo de rotular estas letras, y yo, que soy grandísima aficionada a las letras he decidido seguir escribiendo por estos lares bajo el amparo de este verso -mío, a mayor abundamiento. 
Y puesto que pasar los escritos al juicio de los plomos, o sea, darlo a la imprenta es harto difícil -lo mismo en pasados siglos que en el presente- no estará de más acogerse a estas nuevas formas de llegar al gentil público lector. Así he pensado y dicho y hecho, héteme aquí, en mi recién estrenada bitácora.
Lector que esto leyeres, sabe que mi nombre es María de Zayas y Sotomayor, traída a plena actualidad por la novela de doña Herminia Luque, erudita escritora, que ha tenido a bien convertirme en protagonista de su obra Amar tanta belleza, obra de mucho artificio y muy gustosa de leer.
Me pongo aquí en efigie de sibila -pintada por el grandísimo Diego de Velázquez y Silva, noble, ya que no por nacimiento, por su arte maravilloso que suspende el ánimo de cuantos lo miran-, pues, en tiempos, me llamaron "Gran Sibila Mantuana": mantuana, por mi nacimiento en Madrid (antigua Mantua Carpetana), sibila por mi saber (más de cosas pasadas que futuras, es de notar) y grande no sé si por mi obra literaria o por las hechuras de este cuerpo mortal, que todo pudiera ser, que los hay que, dejando caer un elogio, están dando otra de rabo de demonio, quiero decir de burla del prójimo.